El primer pionero de la aviación: Leonardo da Vinci

El hombre tardó mucho en lograr los avances tecnológicos necesarios para hacer realidad su sueño más inalcanzable, que era volar. Muchos científicos con alma de aventureros proyectaron máquinas voladoras y algunos casi lo consiguieron; pero solo dos parejas de hermanos lograron poner al ser humano en el aire.

Desde que el ser humano tomó conciencia de ser el dueño y señor de todo lo que le rodea, ha pretendido dominar todos los aspectos del entorno. Pronto domesticó otros seres (la ganadería) y también los elementos que le rodeaban: la tierra (agricultura); el agua (la navegación) y el fuego; tres de los cuatro componentes básicos del mundo. Pero había un entorno que se le resistía: el aire. Había otros seres, como las aves, que controlaban con su vuelo ese entorno. Y el hombre, celoso de éstas, pretendió adquirir por otros medios lo que la naturaleza no le había dotado, que era el don de volar.

Así, desde tiempos remotos la ingeniería humana ha puesto en marcha toda su creatividad para dominar los aires. Así, ya en el segundo milenio de la Era Antigua nos encontramos el primer experimento de vuelo. Fue en la lejana China, donde el emperador Sin se lanzó desde una torre ataviado con dos sombreros de paja. Se desconoce qué idea le impulsó a pensar que un simple complemento le permitiría surcar los cielos como una paloma, pero lo cierto es que el primer pionero de la aviación se dispuso de esta guisa a conquistar los cielos.

El ejemplo cercano de las aves voladoras fue el seguido por otros pioneros posteriores para pretender surcar el aire. Su conclusión más lógica fue que las alas eran los complementos que permitían a las aves surcar los cielos simplemente con el aleteo de las mismas. Así, aparece un ejemplo en la mitología griega (Dédalo y sus alas construidas de cera) que mostró el camino a la primitiva investigación aeronáutica. Por eso, todos los intrépidos precursores de la aviación contemplaron en sus proyectos la dotación de alas, fabricadas con multitud de materiales.

La luz en el oscurantismo de la investigación aérea: Leonardo da Vinci

El sueño de volar se había encasillado en investigaciones de aventureros fantasiosos que buscaban imitar a las aves, sin pararse a observar otras posibilidades que ofrece la Naturaleza para elevarse a los cielos. No fue hasta el siglo XV cuando el genio polifacético e innovador del florentino Leonardo da Vinci (1452-1519) hizo las aportaciones más significativas en el mundo de la navegación aérea. Sus observaciones sobre las nubes, que se elevan por efecto del calor, fueron tomadas por otros precursores posteriores, como los hermanos Montgolfier, que tomaron las observaciones de Leonardo como base de sus investigaciones sobre las posibilidades de que el ser humano navegase por el aire.

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La Humanidad también le debe a este polifacético estudioso y artista renacentista los primeros estudios serios que merecen el título de científicos sobre el vuelo, según afirma Ernesto Navarro Márquez en su obra Historia de la navegación aérea (Alianza editorial, Madrid, 1970). Cierto es que para sus diseños de máquinas de volar se fijó en el vuelo de las aves, pero de estos extrajo las conclusiones que derivaron en la invención del helicóptero y en el proyecto del paracaídas.

Sus ideas calaron muy hondo en los eruditos posteriores. Así, su paisano Fausto Veranzio (1551-1617) construyó un paracaídas semejante al diseñado por el genial florentino.

Los intentos posteriores a Da Vinci

Las aportaciones del genio Leonardo da Vinci dieron un vuelco a los proyectos para volar que habían existido hasta entonces. Así, durante las siguientes generaciones se probaron cantidad de inventos y artilugios puestos en marcha por pioneros más anclados en el suelo que los pioneros primigenios, ya que sus teorías tenía una sustentación más lógica. Así, los años posteriores a Leonardo fueron los que provocaron el nacimiento de la aerostación. Pioneros como el fraile brasileño Bartolomé de Gusmao (1685-1724) o su homólogo conventual John Clayton proyectaron inventos basados en el principio de los globos aerostáticos, cuyo origen fue una evidencia davinciana: las nubes se elevan por efecto del calor del sol. Pero no sería hasta casi dos siglos después cuando sus teorías tuvieron, al fin, una aplicación real y práctica con la invención del globo aerostático.

La aerostática y los hermanos Montgolfier

Los hermanos Joseph Michell (1740-1810) y Jacques Ettiene Montgolfier (1745-1799), hijos de un fabricante de papel francés residente en la región del Delfinado, fabricaron el primer globo de la Historia, y, con ello, iniciaron realmente la aerostática y la carrera por la conquista del aire.

hermanos montgolfier

Había sido su contemporáneo, el físico inglés Henry Cavendish (1731-1810), el que dio un giro copernicano a la aerostática al separar una molécula de hidrógeno de la descomposición del agua. Este gas, más ligero que el oxígeno, permitiría a los globos elevarse.

Los hermanos franceses supieron aprovechar todo el bagaje anterior de inventos, investigaciones y descubrimientos para fabricar el primer globo aerostático de la Historia. En 1783 ambos hermanos lograron que un globo que construyeron de tela se elevara 300 metros durante 10 minutos y recorriera dos kilómetros y medio tras rellenarle de aire caliente. Un año más tarde, aplicaron al aeróstato una cestilla y dieron un paseo delante del rey Luis XVI en Versalles, aunque sus tripulantes fueron un pato, un gallo y un carnero. Transcurridos dos años del primer proyecto se atrevieron a lanzar el primer globo pilotado por un ser humano, que fue el aventurero Jean-François Pilàtre de Rozier (1754-1785).

En el siglo XVIII el hombre se encontraba en disposición de volar, pero no había encontrado la manera de dirigir sus viajes por el aire, ya que los globos cautivos estaban a merced de las corrientes de aire. Fueron muchos los experimentos para dotar de mando a estos aeróstatos, aunque también prosiguieron los ensayos de fabricar aparatos más pesados que el aire que permitieran surcar los cielos.

Sin embargo, el único recurso que alentó el progreso en la conquista de los aires fue la fabricación de motores ligeros, que permitieran dirigir el vuelo de los aerostatos y también poner en vuelo aparatos más pesados que el aire. Así, aparecen en esta época nuevos aparatos como el planóforo (1871) de Alphonse Penaud (1850-1880); los experimentos del alemán Otto Lilienthal (1848-1896) o las numerosas máquinas para volar de Clement Ader (1841-1925). En esta corriente de emprendedores y aventureros se enmarcan los hermanos Wright, que dieron con la piedra filosofal para poner por primera vez en el aire aparatos pesados.

Los Wright y los aeroplanos

La irrupción de los fabricantes de bicicletas estadounidenses Wilbur (1867-1912) y Orville Wright (1871-1948) dio el impulso definitivo al nacimiento de la navegación aérea. Porque estos constructores de bicicletas fueron los diseñadores y fabricantes del primer avión. Se trató de un aparato que tuvo la capacidad de generar su propia propulsión (capacidad de avance), lo que les convirtió en los primeros ingenieros en fabricar un aparato más pesado que el aire con capacidad de mantenerse en el aire y de volar.

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Además, los Wright introdujeron incipientes mecanismos de maniobra para control del vuelo. Efectuaron exitosamente el primer planeo por el aire autopropulsado de la Historia de la Humanidad el 17 de diciembre de 1903, en Kitty Hawk (Estados Unidos), con la aeronave llamada Flyer I. Fue Orville el que pilotó este primer avión en una posición tumbado boca abajo.

Una vez que los detalles de los métodos de los Wright se hicieron públicos cuando se les emitió su patente a fines de 1905, otros inventores copiaron rápidamente los importantes descubrimientos de los hermanos y desarrollaron aeroplanos tan capaces como los de la familia Wright. Sin embargo, tanto ellos mismos como sus descendientes mostraron un inusitado desinterés. Así, cuando la autoría de tales inventos fueron ratificados jurídicamente, un descendiente de Orville los declaró Patrimonio de la Humanidad. Con ellos comienza la auténtica conquista de los cielos.

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